martes, 6 de octubre de 2015

Voto de silencio. La historia de un beso -Teatro Guindalera

Directora y adaptación: Mariela Pensado

Actores: Lara López Muñiz y Jacobo Muñoz

Después de un bonito y largo verano de descanso, damos comienzo a este nuevo curso con una nueva crítica para el blog.
Y la obra escogida para este inicio ha sido “Voto de Silencio. La historia de un beso.”, de la actriz y dramaturga argentina Veronica McLoughlin.

Esta obra, no muy conocida, cuenta la historia de un encuentro entre dos seres ensimismados que dejan atrás un pasado de sufrimiento, pero que no conocemos…

Ella, muy joven y venida de un convento, parece querer olvidar su vida anterior y empezar de nuevo en otro mundo distinto. Pero su falta de costumbre en el hablar, fruto de un voto de silencio que había hecho tiempo atrás con la orden religiosa, se lo dificultará.
Y él, hombre solitario, parece ver en ella la oportunidad de crear una bonita historia.
Digo “parece” porque la historia no nos presenta el origen de estos dos personajes, sino que se cuenta ya directamente desde su peculiar encuentro: ella se marcha del convento metiéndose en una grande maleta que luego él recogerá y llevará en tren hasta su casa en el pueblo. Y ya en su casa, cuando él la abra, se mirarán por “primera vez” a los ojos, y se sonreirán.
No sabemos si su encuentro estaría previamente acordado o no; ni por qué han sufrido, ni qué es exactamente lo que quieren dejar atrás. Pero esta falta de información, nos lleva a poner la atención únicamente en lo que pasará…
Algo tan sencillo como el enamoramiento hasta llegar al primer beso.

De manera que esta historia no se caracteriza por la abundancia de sus acciones: en ella somos testigos de cómo en la vida cotidiana de sus personajes se llega poco a poco hasta el amor (lo que se podría identificar como el acontecimiento extraordinario que sucede en toda historia).
Desde la simpleza de su escenografía (solo con cinco elementos básicos como decorado: mesa, silla, marco de puerta, ventana y maleta), se distribuye estupendamente bien todos los espacios. Así, también los juegos de luces, ayudan a centrar la mirada en lo realmente importante para cada momento y sus expresiones.

Me ha encantado cómo cada uno de los actores ha defendido su personaje.
Lara López, la timidez e inocencia de ella, haciendo una gran labor en su interpretación al no poder hablar y expresarse mayoritariamente mediante gestos, todos sutiles.
Y Jacobo Muñoz, con su delicadeza para conquistarla, pero manteniendo la energía de la obra con el carácter que tiene su personaje, para que se siga el ritmo y no caiga; ya que este es el gran peligro de la obra, al no haber muchas palabras (al menos por parte de ella).
En él, se aprecia lo que va sintiendo el enamorado en el proceso de conquista y nos ayuda también a comprender el personaje de ella, ya que muchas veces nos llega a sacar de quicio por sus peculiares reacciones (fruto de su vida anterior) o mejor dicho, por sus NO reacciones al no querer contestar cuando él le habla y se necesita de una respuesta. Sin embargo, la trata con suavidad y ternura.
Aunque es de agradecer, que en un momento determinado él se desespera y enfurece cuando ella se niega a hablar sobre cuáles son sus sentimientos, por vergüenza. Lo que supuso un toque de humor en la obra y un momento que el público realmente necesitaba.


Realmente esta obra me ha emocionado, por la sutileza de las acciones, porque dentro de la simplicidad, cada detalle contaba: miradas, sonrisas… más que las palabras. Y quizás también haya ayudado el pequeño tamaño de la sala, que hacía que los espectadores estuviesen muy en sintonía con los actores, hasta el punto de sentirles respirar. Algo de lo más adecuado para una obra de este tipo.
Pero lo que la diferencia del resto de obras, son los valores que se guardan en su contenido. Acostumbrados a una sociedad en la que el proceso de “enamoramiento” muchas veces nos llega a recordar a los animales, y pocas veces se tiene la paciencia de la espera; esta obra nos invita a ejercitarla para apreciar cada uno de sus pasos. Hasta el punto de que un beso, algo que ya se anuncia desde su título, pueda llegar a significar tanto.
Es una obra breve, pero si en algo hemos coincidido entre las personas que hemos ido a verla, es que se nos ha hecho sorprendentemente corta; queríamos saber más, qué fue lo que pasó en la vida de los personajes antes de su encuentro y qué pasará después. Pero eso es algo que quizá vaya entre las intenciones de su autora, y es que cada uno imagine y tenga la libertad de crear su propia historia.

En definitiva, da gusto ver teatro de calidad y que no sea todo dar lo que espera el público. Sino sorprenderle haciéndole valorar lo bonito que puede ser lo cotidiano en la vida; pues cada momento puede estar repleto de detalles.

No se podía haber empezado mejor el curso.

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